Y a veces el hombre
vuelve donde la serpiente le dejó:
con el miedo en expansión,
libre de todo itinerario,
comiendo dulces pecados
y prestando especial atención a la piel.
Sin saber que su Dios le juega a la rayuela,
desplegando praderas,
pintando inofensivas culebras.
Adán y Eva -hada ilesa de dos sexos-
se retuercen los brazos,
encajados sin pudor,
guardan el tacto de la primera verdad
que es que hombre y mujer,
como todos,
arriesgan la vida
y aprenden a respirar.
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