Nosotros, en cambio,
vivimos las frías mansiones del éter
cuajado de mil claridad,
sin horas ni días,
sin sexos ni edades.
Y vuestros pecados y vuestras pasiones,
hasta vuestros crímenes no son distracciones
igual que el desfile de estrellas por el firmamento.
Infinito y único es para nosotros el menor momento.
Viendo silenciosos vuestras pobres vidas inquietas,
mirando en silencio girar los planetas
gozamos del gélido invierno espacial.
Al dragón celeste nos une amistad perdurable;
es nuestras existencia serena, inmutable,
nuestra eterna risa, serena y astral.
El lobo estepario, Herman Hesse.
Me pregunto quién no es lobo entre tanto ataque de asfalto,
quien no está en la estepa a altas horas de la madrugada,
en un intento por salvarse las garras y convertirlas en santos.
Balada para un sueño otoñal...
Hace 1 mes
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