martes, 22 de diciembre de 2009

Los dos en una silla



Mujer sentada con vestido azul, Amedeo Modigliani.

Corrían los años de la polca barata, el anís redulce y los gritos en el café esquina Rue Saint Émile, donde los disparatados colores de los vestidos se confundían con los trazos gruesos o finos, recién pintados o imborrables, en las camisas de esos hombres que se pasean a altas horas de la madrugada en busca de elixires prohibidos y otros placeres digestivos.

Lucile no podía dormir, el silencio le hablaba tan fuerte que el oído izquierdo, desacompasado del otro izquierdo (imagínense el derecho), le retumbaba al filo del mechón de pelo que le ocultaba la oreja de un lado, la otra del revés. Sin escuchar, viendo junto a una estufa de carbón raquítica y mal cuidada los paseantes de la noche infinita, los que no se acuestan por que ya son soñadores, a los que se les expanden los brazos cada vez que una chica atrevida, descarada o en busca de dinero, les roza el extremo superior del pantalón de pana molida, y cae la presa sin resistencia.

Ella en una silla, ella y la silla, dos en la misma silla. Estática con el peso de un recién nacido y del que está a punto de morir con los talones hasta el cuello y los pies sin cabeza. Se quedaría una noche más, en el cristal reflejada, en aquella silla de barrotes reversibles y negros, con las manos sosteniendo el inmutable paso de la arruga en las yemas al sudar pasado. Recordando que de ahora en adelante, la calle no sería un lugar de tránsito, sino el tránsito mismo.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Qué rojo está todo

Qué rojo está todo,
la vena aorta de un latido
aborta el silencio helado,
defensor incomunicado
que dice que hoy las venas,
casualidades de carne fresca,
no saben ir al revés.


Que todo está rojo y barro,
extraño y gigante, todo,
en un rincón apartado,
con una aguja en las tres
y otra en mi cuarto.

Que no duela,
y brote una gota,
que todo está rojo a un lado
y el rojo de frío quema
y prende la sangre, toda.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

No lo dicen

Del interés en la astrología,
una descubre que existe un asteriode que se llama como ella, Martha (conhacheintercalada) y un número ad-herido, el 205.
En 1879, Johan Palissa lo descubre por el simple hecho de haber amado las estrellas, los planetas y su universo entero caído del cielo,
con nombre de damisela estrellada.

El alquitrán es al cigarrillo
lo que el pulmón al asfalto,
que si respiro humo negro
me transito en oscuro.

No es frágil el camino,
es frío y no dice,
de las calles los faroles,
de las vidas más mentiras.

"El sentido de la realidad es cuestión de talento, la mayoría de gente no tiene ese talento y puede que sea mejor así."

De la película Sonata de otoño, 1978; Ingmar Bergman.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Los inmortales, Heman Hesse

Nosotros, en cambio,
vivimos las frías mansiones del éter
cuajado de mil claridad,
sin horas ni días,
sin sexos ni edades.
Y vuestros pecados y vuestras pasiones,
hasta vuestros crímenes no son distracciones
igual que el desfile de estrellas por el firmamento.
Infinito y único es para nosotros el menor momento.
Viendo silenciosos vuestras pobres vidas inquietas,
mirando en silencio girar los planetas
gozamos del gélido invierno espacial.
Al dragón celeste nos une amistad perdurable;
es nuestras existencia serena, inmutable,
nuestra eterna risa, serena y astral.

El lobo estepario, Herman Hesse.

Me pregunto quién no es lobo entre tanto ataque de asfalto,
quien no está en la estepa a altas horas de la madrugada,
en un intento por salvarse las garras y convertirlas en santos.