lunes, 26 de abril de 2010

La soledad es una enfermedad de la piel, Jesús Jiménez Domínguez

Fue hace un año, en una plaza de la ciudad condal, repleta de niños con piernas como lazos al viento, ancianos que admiran la juventud y sus recuerdos de infancia que más que tristes son una caja de zapatos olvidada debajo de la cama.

Una quería salir de allá, al bar de la esquina, a la otra acera, a cualquier otra parte del lado de otra parte. Y una voz le dijo, reformulando lo que alguien dijo antes, como suele ocurrir cuando se quiere tranquilizar una mente sentida como única: "Podrás huir pero siempre te acompañará la piel."

Y llega este poema y lo dice de nuevo mientras veo cómo una serpiente atraviesa la carretera y se deja la piel en el hormigón de calor inhumano:

[La soledad es una enfermedad de la piel]

De noche silban los imanes de la destrucción.
El mismo viento que hoy nos arranca de raíz
nos cose con dobble hilo al viento de mañana.
Somos manchas minúsculas bajo el tachón de la noche.
La ciudad donde caminamos es un zapato que aprieta demasiado.
Un aire sin cielo nos delata,
nos viste para la desparición.
Perdidos para siempre los planos del hombre
uno a uno se van cerrando todos los poros.
nos hacemos impermeables en la soledad:
dentro de la piel no viaja nadie;
fuera de la piel, nadie nos ve pasar.

(Jesús Jiménez Domínguez, Fundido en negro)

Gracias Jesús,
gracias serpiente nómada.

1 comentario:

  1. Qué bien que hayas publicado este poema...

    Hoy te escribo un mail, lindísima, bisou!

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