
"Los tejados de Berkeley parecían como lastimosa carne viva estremeciéndose que protegiera a los dolientes fantasmas de la eternidad de los cielos a los que temían mirar."
Jack Kerouac, Los vagabundos del Dharma.
Cuando el niño abrió los ojos ya era tarde para cerrarlos. Para no ser visto, los entornó.
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